Imagina un día lluvioso, uno de esos días sombríos donde cada paso afuera parece tirar de tu alma. Conduzco un rato, serpenteando a través del campo y las ciudades de Treviso hasta llegar a un camino de tierra rugoso, guiándome a mi destino. Llamo a la puerta y me recibe una sonrisa genuina. Invitado al interior, entro en su hogar, una morada arraigada profundamente, testigo de historias impregnadas de pasado y nuevos comienzos.
Me quedo sin palabras al cruzar el umbral: una estructura impresionante con ventanas por todas partes, enmarcando la vegetación circundante. Esta es la morada de Massimo, un chico alegre que ha elegido hacer de España su hogar, pero se niega a olvidar sus raíces italianas.
La casa, erigida en los años 70 por un arquitecto que al parecer nunca pisó en ella, languideció en abandono antes de que Massimo le insuflara nueva vida. Las renovaciones estructurales eran una necesidad, aún en curso en algunas áreas, pero el resultado es simplemente asombroso. Massimo estaba empeñado en preservar el encanto retro de los 70, conservando puertas antiguas, radiadores, acentos de madera, todos meticulosamente restaurados con cuidado y pasión.
Dentro, la casa exhala una vibra minimalista, con muebles esenciales que invitan a la relajación y la camaradería. Incluso la elección del suelo Decomar resultó perfecta: la madera habría sido demasiado pesada, mientras que la cerámica o la piedra natural podrían haber enfriado el ambiente. En su lugar, la resina, con su tono gris que capta la luz del día y el calor de la noche, se integra a la perfección con el estilo único de la casa.
Me pongo a trabajar, capturando todo con admiración. Al regresar a casa, apenas noto la lluvia, aún disfrutando del ambiente que acabo de dejar atrás.
